miércoles, 29 de julio de 2020

Ud. no sabe!

Cuando les digo de donde vengo, me miran raro. "Soy del Libano" suelo decir con tono serio. Será que me hice adicto a esas caras de pseudo sorpresa y miedo al terrorismo sin fundamento.... ".....Libano?"......si, de Libano cerca de Gral Lamadrid, provincia de Buenos Aires, Republica Argentina.
Pero no vengo a contarles de dónde soy, aunque Libano sea un lugar de anciana belleza. Les quiero contar algo que sucedió en mi pueblo.

Libano no tiene muchos habitantes. Somos pocos. Pero nos conocemos. Cuando era chico, ibamos al unico colegio que había, inclusive había chicos de otros pueblos venían a nuestro colegio, y eramos un grupo de pibitos muy divertidos. Con muchos de ellos aún hoy nos seguimos viendo. Con casi todos. 
Mi amigo Lito, era uno de los mas divertidos del grupo. Desde que nos conocemos siempre estaba jugando a algo. Aún estando solo, eh?. Desde meternos en alguno de los campos y jugar a la guerra hasta escuchar que nos largaban los perros, o bien de hacer carrera de carros en la bajada de tierra que estaba al costado de la tranquera del campo de Don David, o jugar a la pelota, a las escondidas. Siempre en banda para jugar a algo! 
Pero mi amigo Lito, era muy mentiroso también. Muy mentiroso y exagerado. Siempre tenía un bolazo o una excusa a mano. A veces su mentira nos salvaba. Otras veces la padecíamos. Quizas su mala suerte era la falta de testigos. Un día nos dejó plantados en un fulbito contra los de 7mo grado (atajaba muy bien). Nos dijo que estaba viniendo y que lo corrieron 15 encapuchados armados con ametralladoras justo cuando cruzaba por el campo de su Tío Quintín, que habían bajado de camiones y que venian para usurpar las tierras. Seguro la madre no lo había dejado venir. Igualmente nosotros nos amuchabamos deseosos de oír sus historias, sea mentira o no. Y todas arrancaban igual: Ud no sabe!
El año anterior a la Bola de Luz, Lito faltó a un examen de matemáticas. Se habrá quedado jugando de más, que no estudió. No era un burro, era un niño alegre en demasía. Nosotros sabíamos que iba a estar todo ese día que faltó, escondido en el auto abandonado al costado de la ruta estudiando apurado, porque al otro día iba a mentirle a la maestra, y de hecho queríamos oir esa historia. Dicho y hecho. Al otro día, apenas entramos al aula, Lito se acerca a la maestra y cuando la queridisima Seño Graciela le preguntó porqué no había asistido el día anterior, nuestro amigo dijo: "Ud no sabe! Estaba muy triste seño. Se murió mi caballo Ico. Lo tuve que enterrar y estaba muy cansado por hacer el pozo y dormí todo el día. Estaba triste y cansado ". Y lo dijo con tanta tristeza que se me aguaron los ojos. A los 3 segundos me acordé que su papá tenía caballos, si. Pero que Lito ni sabía cuantos. No sabía andar a caballo. No tenía caballo. Y nunca había hecho ni el intento de agarrar una pala. Lito era muy bueno. Por supuesto que la maestra se secó sus lagrimas, secó las de Lito; y lo hizo sentar adelante para que haga el examen adeudado. Se sacó un 7. Seguro se sacó un 5 o un 6 pero la Seño Graciela ya había caído en sus trampa.
Pero, también es justo decir, que así como en algún momento la Seño Graciela se enteraría que Lito no tenía caballo; sus mentiras se descubrían o simplemente, eran increíbles. De ahí su fama.
Pero un día, que no me voy a olvidar en mi vida, pasó algo que cambió todo. Yo sé que ese día, me asusté mucho. Y Lito empezó a dejar de mentir.
Era martes. Las clases ya estaban terminando. Creo que faltaba esa semana y una más. Ese día había que presentar una carpeta con láminas que habiamos hecho durante todo el año y que debíamos presentar prolijamente. Esa entrega iba a ayudar a sumar algun puntito como para pasar Taller de ciencia. Yo no precisaba esos puntos, Lito si. Pero, todos debiamos presentarla por igual.
Al colegio entrabamos a las 7 de la mañana. En realidad entre 7 y 8 de la mañana, pero la idea era entrar antes de que empiece ese calor matinal seco que no te dejaba despabilar. Yo salí de casa un poco antes de las 7. Había claridad pero el sol estaba bajito. Se veía bien. Los campos verde oscuro pero aclarandose de a poco.
Del camino de mi casa al colegio eran 25 minutos caminando. Para cortar camino y hacerlo en 15 yo me iba por atrás de casa, bordeaba un alambrado y me sacaba a un caminito que daba al campo de Quintín, el tío de Lito. A veces, veía venir caminando a Lito y lo esperaba. A veces, él me esperaba a mi. Otras, no lo veía. Porqué no venía o por un simple desencuentro. Pero ESE día, el que me esperaba era él. Estaba paradito a 400 metros adelante creo. La claridad me permitía distinguir, a medida que me iba acercando, su gorrita roja y su mochila amarilla. A medida que acortabamos distancia, noté que me miraba fijo. Estaba quieto y mirandome. Caminé diez pasos mirándolo, sonriendo sin entender. Y de pronto me quedé quieto. Noté una resplandor blanco que pasaba entre mis piernas. Cuando alzé la vista para mirar a Lito, noté que el resplandor se hacía mas fuerte y salía por arriba mío también. No me queria dar vuelta. Era como si estuviese parado en el camino de un tren silencioso que me encandilaba de atrás y que se acercaba muy rápido. Sin sonido. Miré a Lito, estaba a 50 metros mío, y la cara era de absoluta sorpresa. Estaba inmovil. 
Estaba paralizado. No tenía miedo. Solo estaba congelado. Quieto en el lugar. Y Lito con la boca abierta formando una O muy graciosa. 
De pronto, algo pasa por encima mío. No se si a 2 metros o a 50. Sentí y ví una bola de luz gigante que ocupaba todo mi ancho visual. Pero no encandilaba ni hacía doler la vista. La Bola de Luz pasó por encima mío muy despacio. Y cuando estaba sobre Lito, empezó a subir. Y a subir. Muy despacio primero. Y a medida que empezó a subir mas rápido, ví como Lito se elevó. Estaba cómo a dos metros en el aire, Lito se sacudió como intentando librarse de algo invisible; y cayó al piso. La Bola de Luz subió a una velocidad tal, que pareció desaparecer. El día volvió a ser día. Yo quedé petrificado. Miré a Lito que demoraba en pararse, pero cuando lo hizo me miró. Fijo. Aterrado y sorprendido con las piernas llenas de tierra por la caída. Y salió corriendo. Yo también. 
No sé a donde fue Lito. Yo corrí derecho, pasé de largo mi casa y seguí corriendo. Corrí y corrí hasta que respiré de nuevo. Frené abajo de los pinos que bordean el camino rural y me quedé ahí toda la mañana. Mirando el cielo. 
Cuando llegué a mi casa al mediodía como siempre, hable poco y nada. Pasé desapercibido entre el ruido de la televisión y mi hermanita jugando, siempre pensando en Lito. ¿Qué habrá pasado con Lito?.
Ese día no volví a salir. De a ratos me acercaba a la ventana y miraba el cielo. 
Al otro día, como nunca, me hice el tonto y caminé al colegio pero por el camino largo. El de mi casa que sale al camino rural. Y esperé a que haya mas luz, aunque nunca deje de mirar para todos lados. Y pensando en Lito. Que me diría cuando lo vea?. Yo decidí no contar nada en casa porqué..... porqué era increible. Porqué ni yo sabía que habia pasado.  Ni yo sabía que contar. 
Cuando entré al aula, Lito estaba parado delante de la maestra. Algo le estaba murmurando. La maestra le dijo que después le iba a pasar el tema del trabajo práctico que tenía que entregar la semana que viene. Si o si.
Yo me acerqué a la maestra, le di mi carpeta de láminas, le dije que me había sentido mal y me fuí a sentar a mi lugar. Sin dejar de mirar a Lito, que tambiénn me miraba serio.
En el recreo ni bien pude, lo agarré del brazo y me lo llevé abajo del arbol que usamos de arco en el fulbito. No llegué ni a abrir la boca que Lito abrió la suya: Ud sabe! Vió que no soy mentiroso? Yo no sé que paso!. Yo tampoco le dije. Corrí asustado y todavía no se que pasó. 
Lito me miró compungido y me dijo, " esos hijos de puta se me llevaron la mochila con las láminas". Yo no sabía que decirle. Hoy todavía me causa gracia la cara con la que me miró al decirlo. 
A la semana siguiente, Lito presentó el trabajo práctico en reemplazo de las láminas, sumo ese puntito que precisaba y Taller quedó en el pasado. 
Pero ese mediodía. El día después de la Bola de Luz, volviendo a casa mirando al cielo, le pregunté: qué le dijiste a tus papás? Qué le dijiste a la maestra?
Nada a nadie, me dijo. Quien me iba a creer? A la seño le dije que había perdido la carpeta. Se iba a enojar si le decía que se la llevaron los marcianos. No me iban a creer. 

El tiempo pasó. Nos fuimos yendo del Libano para estudiar y trabajar. Algunos seguimos volviendo porque quedan los parientes. Otros, como la familia de Lito, se fueron y no volvieron. A Lito no lo volví a ver nunca más. Pero cada vez que vuelvo a lo de mis padres, miro al cielo y espero que los marcianos hayan aprendido algo de nosotros, aunque sea a través de las láminas de Lito.


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