miércoles, 15 de julio de 2020

El Medidor

Cada cumpleaños, especialmente después de los 50, se lo festejaban cada vez más y con más opulencia. En parte porque el dinero acompañaba, pero también por evidente  necesidad. Y no suya. Mas bien del resto de la familia. A él las frivolidades no lo mosqueaban. No recuerda cuando, pero unos cumpleaños atrás estaba por servirse un vaso de su bourbon preferido (que valga la redundancia, no era el mas caro sino, el que lo había acompañado toda la vida), cuando de pronto escucha: "Don José, una foto con su hija" y al darse vuelta no había uno, había tres fotografos.
Don José, le pregunto a su hija menor al oído y de manera muy discreta, mientras posaba para la foto: "¿No alcanzaba con un fotógrafo?". A lo que ella entredientes le respondió: "Callate que son de las revistas, los invitó mamá".
Ahora a mí cumpleaños, venían fotografos de las revistas, pensaba mientras sonreía. Lo que faltaba.
No tenía nada que esconder. Nada que no haya sido escondido en su momento, nada fuera de otro mundo ni tampoco había una familia por ahí esperando a un ser querido que nunca iba a llegar. Nada de eso. ¿Un poco sucio el camino hasta acá?, quizás. No como otros. Necesario diría. De hecho, nadie se hizo millonario siendo monaguillo. 
De pequeño, sin querer, empezó a darle forma a su carrera de empresario. Siempre que terminaba de jugar a la pelota con los amigos, se iban al almacén. Se paraba en la puerta y juntaba las monedas de todos para comprar una gaseosa en botella de vidrio. La mas fría que el verano podía demandar. Pero un día, al pequeño José, se le ocurrió un "negocio". Por la misma plata que compraba la botella de vidrio, él quería las papasfritas también. Salió del almacén con dos escobas, al mismo tiempo que depositó una en las manos de uno de sus amigos, a lo qué les dijo con voz segura: "Barremos la vereda rápido y nos dan papasfritas". Nadie tuvo tiempo de retrucarle nada, dos minutos después juntó nuevamente las escobas para llevarselas al almacenero y al salir del almacén, lo hizo con la gaseosa de siempre y dos paquetes de papasfritas. De los grandes. Y lo amaron, ¿como no hacerlo?. 
Pero, si hay que poner clavo en el inicio de su actividad, hay que hablar del medidor del gas. Y del señor medidor.
Su primer año del secundario fue muy fructuoso. Sus actividades rendían pequeños e inocentes frutos, destinados a solventar sus primeros y adolescentes gastos. 
El principal de ellos, venía del alquiler de películas pornográficas. Había descubierto que en la casa de su tío, estaba habilitado el servicio de canales para adultos en el cable. Era la primera época, una novedad entre los grandes que se había filtrado entre las edades mas bajas. Su modus operandi era digno de contar. Se quedaba el fin de semana para pasarla con sus abuelos y su tío, y cuando se estaban por ir a dormir, en el menor descuído, insertaba en la videocassetera un vhs virgen, programaba en un horario de madrugaba y dejaba todo seteado para grabar, mientras dormía todo el mundo. Nadie sospechaba nada. Al empezar la semana de colegio, llegaba con material fresco para sus amigos, quienes luego de pagar una módica e inocente suma, se hacían del vhs hasta el viernes. Tenía 3 mas circulando. Con esos 4 vhs llenos de pornografía, el sábado si había baile, él se lucía. Si era en el boliche, pagaba gaseosas a todos en la matinee. Si era en una casa, llegaba con muchos snacks. A veces hasta más de los que ponía el dueño del baile. Alcohol no. Ni en el boliche ni en la casa del baile. Afuera si.
Antes de entrar al baile, siempre sacaba una petaca de algo. Se sentían grandes. Entre 7 u 8, se pasaban una petaca de algo, bien rapidito. Que no los vea nadie. Y entraban medio mareados, riendo; y corajudos para sacar a bailar a las chicas. Y las chicas siempre iban, porque ellos, tenían pinta de grandes. Fumaban y tomaban alcohol. "Son re copados" cuchicheaban después. 
Con el correr del tiempo, dentro de su menú, empezó a "vender" la bebida también. Era regalón, ojo. Pero si tenías una salida con otro grupo y querías llevar algo, antes tenías que verlo a José. Para que jugarsela uno yendo al almacén, corriendo riesgos de que los descubran sus padres. Se encargaba José.
No tenía ni 15 el Empresario juvenil, y te daba a elegir encima. Qué épocas.
Pero ¿donde almacenaba todo este joven emprendedor?. Si. En el medidor de gas. 
Había descubierto "la boveda", cómo le gustaba llamarla, un día que vió al señor de la empresa de gas, tomando los datos del medidor. Empezó guardando sus cigarrillos, después el licor, una botella de vino tinto sin etiquetas que cargaba con vino de cartón (porqué se dió cuenta que el vidrio mantenia mejor la temperatura) y los vhs. Bueno los vhs raras veces, ya que solían vivir alquilados. 
Un día, volviendo del colegio con los walkman puestos, dobla la esquina camino a su casa cuando de pronto ve con sus propios ojos, la espalda del señor del gas, saliendo de su casa y alejandose hacia el medidor vecino, guardando una botella en su morral. No hacía falta mucha ayuda para saber que era la botella de vino sin etiqueta. Se detuvo por un momento, pero no se puso nervioso. El sabía que esto podía pasar. Si bien no sabía a ciencia cierta cada cuanto venía ese señor, intuía que cuando sucediese, le iba a sacar algo. Era obvio. Abrir un medidor y encontrar botellas, cigarrillos, cómo no llevarse algo?. 
Eso sí, lo que no esperaba, era presenciarlo. Pero lo que hizo en ese momento, lo describe por lo qué es hoy.  Aceleró un poco el paso, pero al llegar a la casa contigua a la suya, fingió caminar normal, como si su casa estuviese a unas cuadras de allí. Escuchó a sus espaldas como el señor del gas cerraba la puerta de chapa del medidor de doña Ines, y luego la reja de la calle. Dejó que ese señor haga su trabajo en tres casas más, y lo esperó en la esquina. 
"La botella que ud sacó del medidor de allá atrás y qué puso en el morral, es mía".
La frase y la mirada del joven, sobresaltaron al señor del gas. Este se detuvo en seco al mismo tiempo que por reflejo, negó la acusación. " Yo no agarré nada" le dijo con sorpresa al joven. Nunca se iba a imaginar lo que venía. 
"¿Ud fuma?" le preguntó José al sorprendido señor del gas. 
"No", respondió seco el señor. Bueno, al menos ya sé que no me sacó los puchos, pensó José rápidamente. 
"Yo no sé cada cuanto venís, pero cuando vengas, ya vas a saber que llevarte. Te vas a dar cuenta. Pero NUNCA, abras el medidor si está mi mamá. Y NUNCA te lleves lo que no es tuyo. Siempre voy a dejarte algo en agradecimiento de que no vas a contar nada".
El señor del gas, quedó boquiabierto. No sabía si largar una carcajada y abrazar a ese pequeño personaje o salir corriendo asustado. Tardó 5 segundos pero asintió con la cabeza y se fué. No sin antes mirar dos veces hacia atras para ver al joven caminando a su casa. Quería asegurarse, a esta altura de la situación, que no venía corriendo con un arma en la mano. Parecía una película de gangsters.
Ese años pasó un par de veces más, y al año siguiente otras tantas veces, y siempre encontró una botella de vino con un moño. No era un vino caro, pero no dejaba de serle simpática la peculiar situación. Inclusive para navidad,  José lo sorprendió con una botella de sidra también. Había una nota pegada a la botella: "Felices Fiestas. Para compartir entre amigos. José". 
A las pocas semanas,  José salía de su casa para ir a jugar a la pelota con los amigos, y al cerrar la reja para irse, lo vé venir al señor del gas. Algo le llamó rapidamente la atención. Esta vez no tenía el conjunto marrón de siempre, con las siglas de la empresa de gas en la solapa del bolsillo. Venía caminando en shorcitos y remera. Con una bolsa pequeña de papel madera en su mano. 
"Hola José!", saludó con confianza. No hacía falta presentaciones. " Te quería traer un regalo a vos esta vez". A José lo tomó por sorpresa. Extendió la bolsa hacia él y este, curioso como cualquier joven de su edad, vio una petaca. Y por la etiqueta, de las caras. Ya la había visto en un poster de su banda de rock preferida y obviamente, en la vidriera de bebidas importadas de la galería del centro. Y esa misma etiqueta, blanca y negra donde leía la palabra BOURBON, siempre le había llamado su atención. 
El señor del gas, resulta que iba a empezar a trabajar por cuenta propia y ya no vendría a tomar los datos del medidor. No iba a venir más, pero tampoco podía dejar de cerrar esa relación con el joven José. Esa extraña relación con secreto de por medio. Le explicó a José, que su compañero próximo a reemplazar su zona, ya estaba al tanto de SU medidor. Que el secreto se mantenía. Y que el nuevo señor del gas, no tomaba alcohol, pero fumaba. Cigarrillos negros.
José sonrió agradecido por el dato, estrechó la mano de su primer confidente y le deseo exitos en su emprendimiento.
Nunca más se volvieron a ver.
Y ahora, mirando el vaso de bourbon que sostenía en su mano, agradeció en silencio ese regalo. Esa petaca de las caras. Y sonrió para la foto de los seis fotógrafos, mientras su esposa sonreía emocionada detrás de estos.





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