miércoles, 8 de julio de 2020

Golosinas

Metió la mano en el bolsillo derecho de su campera y sacó una barra de cereal. O mejor dicho, media barra de cereal. De manzana. Odiaba la manzana. Pero no había mucho que elegir últimamente.
Mientras comía se asomó por el hueco del ascensor 2 y contempló la nada misma hacia arriba y hacia abajo. La semi oscuridad en el hueco recorría 3 o 4 metros hacia ámbas direcciones. No mucho más. Solo veía la escalerilla de mantenimiento, ubicada entre ambos huecos, y escombros donde debería estar el hueco del ascensor 1. 
La poca luz que había, provenía de las luces de emergencia del estacionamiento a sus espaldas, mas precisamente de 4 hileras de plafones que le ayudaron a no enloquecer (según su reloj), los últimos 4 días. La luz entraba por el hueco que había logrado abrir entre los escombros, con sus propias manos, dejando ver detrás de él, una cueva artificial con paredes de cemento derrumbadas del tamaño de una oficina. Y la maquina de golosinas y gaseosas.
Había enviado un mensaje de texto a su hermana antes de poner su teléfono celular a cargar debajo del escritorio de Recepción y luego había bajado por el ascensor a tomar algo, era su break de 5 minutos. Saliendo del ascensor 2, a no mas de 4 metros estaba la misma maquina de golosinas y gaseosas que le había hecho compania en cada descanso de 5 minutos de los últimos 5 años. Prefería bajar al segundo subsuelo, al estacionamiento, y no "descansar" en un salón comedor lleno de gente o en alguno de los bares ostentosos emplazados en la galeria que adornaba la base del edificio.
Lo último que recordaba era haberse agachado a buscar la latita de gaseosa que le entregaba la maquina y después, el ruido. El mas fuerte y aterrador que había oído en su vida. Miles de explosiones dentro de explosiones que duraron horas. ¿Como saber cuanto tiempo pasó?. Vivió una pesadilla de incertidumbre, terror e incredulidad por una eternidad.
Cuando se animó a mirar, esos plafones que nunca dormían, iluminaron un espacio, estaba encapsulado en el estacionamiento. Dentro de esta capsula, él y la maquina de golosinas y gaseosas. Se cayó el edificio encima y estaba vivo. En una cueva artificial encerrado con una maquina de comida y bebidas. Bueno, pensó. ¿Lo peor con suerte?. ¿O una agonía de dulzura hasta que se acabe el oxigeno?
Ahora lo único que tenía por delante en su vida, era pasar por la puerta del ascensor, girar, agarrar cada uno de los peldaños de acero incrustados a la pared entre los huecos, simulando una escalera. Antes, era util para que los técnicos suban y bajen para reparar los ascensores. Ahora, era quizás, una esperanza. No sabía, en esa oscuridad, cuantos metros iba a poder subir. Que no haya escombros en ese hueco le indicaba o bien que el ascensor estaba sosteniendo el peso del edificio (y por supuesto como dejar de pensar que iba a sostenerlo sólo hasta que él este subiendo, para colapsar y matarlo horriblemente); o bien los escombros eran tan grandes que tapaban el hueco y el ascensor....bueno, de ser así ya no importaba.
A medida que subía cada peldaño, cerraba sus ojos y tanteaba con la mano izquierda para guiarse. Sí lograba seguir subiendo primero debería poder tantear la puerta del primer subsuelo, siempre esperando que su cabeza no choqué contra nada. Eso significaría un techo de escombros o el ascensor que mantiene todo un edificio caído encima.
La puerta llegó. Sintió en sus dedos lastimados el frío del metal. Bien. Tenía que subir un piso mas y lograr abrir la puerta del lobby. 
Ya había pasado tiempo pensando en por qué nadie había hecho ese camino a la inversa para rescatarlo. Por qué no le llegaba mas ruido que el de derrumbes y no de sirenas.
Llegó a la puerta pero no pudo abrirla. Disponía de una sola mano para hacer fuerza. Y la pierna. Su otro hemisferio corporal estaba parado y sujeto a la escalerilla. Lloró en los últimos intentos por la desesperación. Pero tenía que seguir intentando. O seguir subiendo.
Le dolían los dedos. Ya no le quedaban uñas en la mano izquiera de tantos intentos de abrir puertas inutilmemte. Varias veces casi resbala del peldaño pudiendo caer, a una altura de 4 o 5 pisos. O 6. Había pasado la puerta del lobby y otras más. No podía mantener la cordura en ese momento y menos contar o recordar. A veces se abría un espacio entre escombros del hueco vecino pero meterse ahí buscando la otra puerta no era una opción. 
La puerta que pudo abrir, abrió facilmente. Sin resistencia. Solo abrió una de sus paneles. Suficiente para pasar haciendo una pequeña contorsión.
Cayó de espaldas en el piso de alfombra y en su empapada y sudorosa espalda se clavaron miles de pequeñas piedritas. ¿Que importaba?. Se durmió inmediatamente en la oscuridad. O se desmayó por la tensión del momento. Imposible saber.
Cuando abrió los ojos, distinguió que la luz de emergencia ubicada en el pasillo de ese piso, estaba obstruida apenas por un panel de cielorraso. Lo retiró con la mano sana, desprendió el pequeño artefacto encendido sobre su soporte y pudo distinguir el apéndice del pasillo a su izquierda, o sea la salida del ascensor 1 en ese piso e inmediatamente después, la puerta de la escalera de emergencia. Pero el pasillo, que debería correr frente a él y que daba a las habitaciones, estaba completamente obstruído por el derrumbe delante suyo. Ok. Solo podía ir hacia su izquierda, a las escaleras de emergencia y rezar que no haya un derrumbe del otro lado que le impida abrir. Casi. Al mirar hacia arriba era evidente que el derrumbe era real, pero había escalera para subir un piso mas. Era otra oportunidad de no morir. Quizás.
Subió apresuradamente sujetando la luz, miró el número 11 pintado en la pared sin dejar de subir y riendo. El cálculo de pisos en la oscuridad del hueco de un ascensor durante un ascenso a ciegas, no era su fuerte claramente. Agarró el picaporte y al abrir la puerta que daba al pasillo del piso 11, lo envolvió la noche.

El amanecer lo encontró, un rato mas tarde, sacandole un trozo a una nueva barrita de cereal de manzana. Al morder, la manzana ácida se mezcló con la sal de sus lagrimas. Los primeros rayos de sol brillaban en sus ojos inundados. 
Al abrir la puerta del piso 11, no había un pasillo. Solo un semi rectangulo de piso, sin techo ni paredes. Se podía decir que estaba contemplando la nueva terraza pero en el piso 11, de un ex edificio de 46 pisos. Y el horizonte era de polvo y humo.
No había ciudad. No había mas rascacielos. No había calles. No había nada. Lo que fuese que había ocurrido, por supuesto él no lo sabía, se había llevado TODO. Esa no era zona de terremotos. Y su país no estaba en conflicto con nadie. Ahora el paisaje eran solo incendios, y abajo se distinguía un baldío de destrucción y autos achicharrados. Torres derrumbadas no mas altas que la misma torre que le había servido de techo durante 5 años, puestas como hileras de dientes mal crecidos y torcidos, en la boca de un monstruo.
A medida que salía el sol, la destrucción se expandía hacia todos los puntos cardinales.
El guardó su barra de cereal en el bolsillo derecho de la campera y pensó con tristeza cuanto iba a extrañar a las manzanas. 


No hay comentarios:

Publicar un comentario