sábado, 6 de junio de 2020

Billete de Cien.

La mirada enfocada en el nudo de la corbata, subió por reflejo y enfrento sus ojos. Observo la imagen que devolvía el espejo y de pronto vió a un niño. Sonriendo.
Era él. Y en ese mismo momento, recordó todo.

Era verano. Y fin de semana. 
Hacía varios meses que no visitaba la casa de su abuela paterna, y en consecuencia, que no veía a los amigos del barrio. Los chicos. 
El nucleo duro eran 5. Los mismos de siempre. Y en la semana, por teléfono, había hablado con uno de ellos para organizar con los otros tres, una salida. Ir al Centro seguro, a los videojuegos, a comer unas hamburguesas, a divertirse.
Era la primera "salida". Era algo "serio" pero divertido. Tan seria como escriturar una chacra. Aunque a esa edad no sabría ni como deletrear "escriturar" y quizás a duras penas sabría qué es una chacra. 
Eran lo suficientemente chicos como para jugar al futbol hasta las "10 de la noche" y volver hechos unas mugres, a rodilla pelada; cómo así de grandes para ponerse unos "vaqueros" e ir a un asalto. A un baile. A ver si podían enganchar alguna "minita". Una edad crucial. Para varias cosas.
Recuerda llegar de sus abuelos, haber viajado sólo en tren, no era nuevo. Llegar a esa casa mágica, abrazar a sus abuelos y a su tío y desayunar con ellos. 
Ni bien puso un pie en la casa, el olor a tostadas y a dulce de lo que sea que preparaba su abuela, era todo lo que estaba bien. Era un ritual. 
Era casí la hora de encuentro y luego del ritual culinario, se puso en traje de nieto, y el parlamento que le siguió a esa cara de ternura y amor, no fue más que un mangaso. 
Queria ir a los videojuegos y a comer hamburguesa con los chicos. "¿Habrá chance de que me den algo de plata?". Preguntó entre tímido y como si fuese la primera vez que lo hacía.
Si, él sabía que si. Porque sus abuelos, si no la tenían, la dibujaban. Para el nieto siempre había TODO. Siempre.
Su abuelo le pidió que lo acompañe. Y el fue. La imagen que ya conocía; el pasillo, la espalda de ese gran hombre, yendo a su habitación a buscar uno o dos billetes. O quizas fueran cinco billetes, solían darle el cambio. O él se quedaba con el vuelto. 
Esa vez fue un billete. Y DE CIEN PESOS.
Lo miró como quien se da cuenta que tiene en la mano un billete de lotería ganador. Pero a su vez, le pareció raro. Aún así no dijo nada. Esa "sensación" fue solo un segundo. En caso de que sea un error, no saldría de esa casa con ese billete. Se darían cuenta que no era esa la intención, se lo dirían; y cambiarían el regalo por otro papel moneda con un 0 menos. O quizas dos papeles, no se. Pero 0 menos.
Abrazo a su abuelo. Le susurro un "te quiero" al oído, y se fue corriendo a saludar a la abuela. Ya se iba. - Se va el nene con el billete de cieeeennn -, gritó en su cabeza la voz aniñada de quién no tiene la madurez de "entender" qué pasó. O si?
Mas vale que lo quería a su abuelo. Y más después de ver ese billete de cien!. Faaa. Claro, otra vocecita en su cabeza lo consoló. Era su primer salida con sus amigos y como lo querían mucho, el convite era suculento. Es eso! Que genios sus abuelos! Ya lo tenían planeado. O no?.
La tarde fue Disney. Videojuegos, hamburguesas, videojuegos, golosinas, helado, gaseosa, videojuegos otra vez. 
Y como broche final, latitas. Ya las coleccionaba de antes. Marquillas y latitas. De todo tipo. De países que ni sabía en que sistema solar estaban. De gaseosa, chocolatada, de guaraná (esta seguro tiene un poquito de alcohol pensó), jugos naturales, de todo. Encontraron un kiosco que practicamente estaba hecho de latitas importadas. Dos bolsas enormes de consorcio cargadas de latitas importadas que sus 4 amigos le ayudaron a cargar en el colectivo. Era la tarde perfecta o que?. No había dudas. Pero había que volver. 
Estaba ansioso, quería mostrarle las latitas a su tío, verlas entre los cinco todas de nuevo; guardarlas en la heladera y mas tarde, empezar a degustarla con los chicos. Cuando vuelva del "fulbito". 
Llegaron. El ruido de sus llaves abriendo la puerta para entrar, despertó un llamado inmediato con su nombre. Era su abuela, que preguntaba al aire, si era él quién estaba entrando. Si abue, soy yo!!, gritó ajeno.
Esa milesima de segundo que transcurrió entre la pregunta y su respuesta inocentemente afirmativa, le dió toda la idea de lo que pasaba. Era eso nomás.
El billete de cien. 
No sabía CUANTO, pero sabía que era mucho. Diez años después cinco billetes de 100, serían su primer sueldo. Si. Era bastante. 
Siempre supo que había sido un error. No lograba darle vuelta a la situación en su cabeza, no por falta de ideas, sino porque la manija viene de la mano de la madurez. La culpa estaba tapada por una avalancha de diversión. Su "excusa" para consigo mismo, empardaba y ganaba en tercera mano a la culpa. Todo era un juego a esa edad.
Quizas lo correcto era avisarle a su abuelo. O minimamente ponerlo en aviso. Me regalas CIEN PESOS!?. Estas SEGURO?? 
Porque, depende para que, él solo tenía 12 años. Recién cumplidos. Su inmadurez lo llevó a la conclusión de que era una oportunidad de pasarla en grande sin que haya hecho algo malo. Porque SABÍA, que el hecho puntual era que otra persona, por propia voluntad, le haya dado ese billete. Él no lo había ni robado ni nada malo. No era SU delito. Fue un error. De otro. Ya no era su abuelo. Era "otro".
La situación era de desesperación, incredulidad, bronca. Tímidamente le consultaron si no se había dado cuenta. La respuesta era obvia. La tenía desde que recibió el billete. "Pensé que como era mi primer salida con los chicos...?". 
Sin recordar palabras, veía la discusión entre sus abuelos. No era la muerte de nadie, pero fue como tirar un asado hecho a la basura. Se recofortaba a sí mismo, pensando que no se guardó la plata y mintió que la gastó. Inclusive, la compartió con sus amigos. Con su nucleo duro.
Y la cara de ocasión. También recuerda eso. La cara de ocasión.

Parpadeó tres veces. 
Como si se hubiese quedado dormido. 
Y ahí estaba. La misma sonrisa de ese pibe de 12 años. Ahora si, mas madura. De mas años. Con esas arrugas que se acentúan al sonreir y le dan vida a sus ojos. Es feliz. 
Con la vida aprendió el valor de esa historia y lo que significó para él. 
Siempre supo compartir sus logros, aun esos que entrarían en la categoría "como los del billete de 100", siempre compartió con su nucleo duro. Y por eso llegó a donde esta. Ojo! Cómo así también ama y amó a sus abuelos. 
Recordó con otra sonrisa, que durante la carrera de Abogacía, sonrió cuando un profesor enunció un principio no escrito del Derecho. "El que paga mal, paga dos veces". Nunca supo a que le recordaba, pero estaba ahí. Y hoy lo recordó.
Terminó de prepar su corbata al mismo tiempo que un hombre mas grande que él, que podría ser su padre, aunque no lo era; entró en la habitación de manera solemne y le dijo que ya era hora. 
Que estaba todo listo.
Que su Asunción como Presidente, estaba por comenzar. Solo faltaban 5 minutos.

5 comentarios:

  1. Gaby sos un genio y me hiciste volver al.pasado ,a ese hermoso pasado con los abuelos que nunca omvido.

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  2. Pensé que hablabas de vos....hasta la parte del presidente....jajaja!!! Gracias Gaba

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  3. Un grande el abuelo...siempre daba todo los gustos

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  4. Va a ser un buen presidente: es garca, no se hace cargo y responsabiliza de sus cagadas a otros...

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