miércoles, 10 de febrero de 2021

La última broma de Elías

A veces nos es imposible darnos cuenta de lo que se puede llegar a extrañar una cara que vemos todos los días, cuando de pronto la vida te la quita. Cuando las relaciones que entablamos, se vuelven parte de lo cotidiano, uno no registra. Da por sentado lo que ve, no lo guarda. Y después?. Después viene el pedido silencioso al infinito, de poder verla una vez mas. En mi caso, cierro los ojos, y quisiera ver una vez mas esa sonrisa rapaz, esa que en conjunción con la mirada avispada, forman un equipo de picardía absoluta. Dí por sentado, que cinco días a la semana, esa cara iba a ser parte de mi panorama diario. La dí por hecho. No la registré, y un día no la vi más.

Cómo y porqué, nuestro querido Elías (alias El Buche) no esta más, puede alcanzar un debate eterno entre todos los que extrañamos su presencia. Que era joven, sin dudas. Los momentos accesorios a su final van a servir de conjeturas al principio; hablarlas entre nosotros, sus compañeros, quizás ayuden a encontrar un poco de consuelo; y después no le va a importar a nadie. Salvo por el hecho de que quizás algún día nos encontremos en otro lado. O en otro sueño. Repito, el cómo y el por qué, ya no cuenta. Elías no esta mas, y punto.  

A poco de transcurrida su partida, cada día que venía a trabajar, algo me recordaba a Elías. Se me venían las anécdotas, una tras otra. Con el correr de los días, reemplacé lagrima por risa. La aceptación me permitió disfrutar mas de haberlo conocido. A todos nos pasó lo mismo. Pero, sin dudas, lo que mas me empezó a faltar, era su picardía. O un comentario, o una broma; a mí o destinada a otro compañero; una contestación graciosa, una payasada, cualquier de sus cosas. Precisaba recuperar la sonrisa. Me dí cuenta enseguida, que estas pequeñas estupideces que solía hacer, sumaban a que sea agradable la jornada. Las daba por hecho. Ir a trabajar, también incluía a Elías. No importa cuando, pero sabía que diariamente, me iba a alegrar. Me iba a arrancar una carcajada, una sonrisa o me iba a motivar simplemente por su presencia. Creo que el 98% de las veces, su falta de seriedad, era lo que hacía que valga la pena estar coexistiendo laboralmente, en el mismo lugar que él. Lo padecí en ese restante 2%, pero ya no me interesa. 

Hacer una guardia en el depósito, fuera del horario normal, no es para cualquiera. No solo se necesitan ganas, o sacrificio quizás para irse de noche, a veces con frío o lluvia. También se necesita de tener un poco la cabeza fría, y tener coraje. Es un depósito grande. No entraré en comparaciones innecesarias con otros depósitos que tampoco uds conocen, pero hay mucho material, de todo tipo. Y el esqueleto del depo, es madera y acero. Por todos lados. La estructura y lo que contiene, en su gran mayoría es madera y algún metal. Y todo aquel que haya prestado atención en una clase de química o haya retenido el conocimiento, sabe que ante diferentes incidencias de temperatura y presión, la madera y el acero suelen expandirse o contraerse. Hablando en criollo, hacen ruido. Por ende, guardia nocturna en pañol = ruidos.

Como dije, cabeza fría y coraje. No era raro, que una guardia nocturna incluya ¨ruidos¨. Había varios factores que provocaban esos ruidos. Desde por supuesto, estas manifestaciones producto de la alteración termo climática de la materia, como así también la presencia de los felinos con los que compartimos la tenencia del depósito; algún material mal acomodado que en medio de la noche PLAC!, decide terminar de acomodarse, etc.
Pero, no alcanzaba solo con saberlo. Había que vivirlo. Ante esos ruidos, mas vale poner la cabeza en frío, y tener una explicación a mano, antes que venga sin invitación el miedo. No todo ruido de noche es fantasma. Pero, tenes que convencerte a vos mismo.

Durante una semana, a poco de la partida de nuestro compañero, hubo guardia. La gran parte de esa guardia la hice yo. Y todas las noches, a cada ¨ruido¨ del depósito, miraba e internamente quería que sea Elías. La puerta se cerró por el viento, pero Buche andas por ahí?. Crujía la madera que oficia de techo  arriba de mi cabeza, pero Buche sos vos?. En la otra punta del depo, en el entrepiso, se oye un ruido a metal, pero Buche sos vos?. Me causaba mucha gracia, que lejos de llamar a los Cazafantasmas, si se me aparecía Elías, iba a llamar al delivery de bebidas creo. Que ganas de verlo de nuevo que tenía!.

En medio de esa guardia, por cuestiones de calendario y descanso, mi compañera Gaby se hizo cargo del depósito por dos noches.
La segunda de esas noches, estando en mi casa, recibo el llamado de Gaby. Siempre pasa que uno no recuerde la ubicación de un material o tenga dudas sobre una situación advenida en particular y deba pedir soporte telefónico a algun compañero para culminar un pedido. Entonces, atendí tranquilo la llamada.

La voz entrecortada de mi compañera Gaby, mencionando mi nombre laboral de manera agitada, me asusto.

Cresta, ayudame, tengo miedo!

Su relato, teñido de susto, salía entrecortado.

A medida que Gaby me relataba lo sucedido, mentalmente iba reconstruyendo en tiempo y lugar, lo que iba sucediendo. Cómo si lo viese. Igualmente al otro día, al mirar lo sucedido en el monitor que vuelca el contenido de las cámaras de seguridad del depo, me di cuenta que lo visto mentalmente, era tal cual.

El fondo del depo, la bacha y al costado de esta, los tanques de 100lts contenedores de líquidos para limpieza mirando al frente. Los carteles de detergente, lavandina y desodorante para piso. Gaby, parada frente a estos, terminando de llenar bidones de 5 lts, acomodando los mismos ordenadamente en tres filas por cada líquido. El depo en penumbras. Una lampara a la altura de su cabeza, colgando inerte y brindando luz a su tarea de llenado, con el resto de los materiales como testigos entre sombras entrecruzadas debido a las luces que iluminan el mostrador de la entrada.
Gaby escucha, que adelante en la oficina, suena el radio que descansaba en su base, sobre mi escritorio. Una modulación. Alguien llamándonos.
Automáticamente, diría casi que todos así estamos programados, dejamos la tarea que estamos haciendo para ir a atender ese llamado. Mentalmente veo como Gaby agachada coloca la tapa de un bidón, se incorpora y se da vuelta, para ir a atender el radio.
Para completar esa misión, obligatoriamente debe pasar por delante del sector cerrado de productos de limpieza que esta a su izquierda; caminar en linea recta 25 metros, y alllegar al mostrador, doblar a la derecha y luego de 6 metros alcanzar el radio de mi escritorio.
Pero a poco de empezar a transitar esos 25 metros, justo dos pasos después de pasar por delante del portón del sector de limpieza, se detiene. Su cabeza obliga a sus ojos a mirar por debajo del portón. Y ver la luz. Ella, como todos los que trabajamos ahí, sabemos que hay una detector de movimiento que se activa desde adentro. Pero la sombra que cruzo de una punta a la otra de la puerta del lado de adentro, no venía con el combo. Se supone que es uno mismo el que activa el sensor cuando entra al sector de limpieza. De hecho si no levantas la mano, como fingiendo saludar a alguien a lo lejos, la luz no se prende.

En la camara, se ve que Gaby, al ver la luz y la sombra, acelera el paso y va directo a su celular que había dejado sobre el mostrador. Ignorando por completo el llamado del radio.

Ella jura que era un fantasma. Que se asustó, mas que nada porque sintió en todo su cuerpo, que alguien la observaba y se reía. Y me acordé de Elias.

Mientras intentaba calmar a Gaby, me reía. Mi escepticismo, le buscaba la vuelta lógica a la situación. No tarde en darme cuenta, que por muchas ganas que tenía, no era Elías. Era una de las gatas. Seguro. Y se lo dije a Gaby, logrando calmarla creo yo.

Al día siguiente apenas llegúe, fui rapido a ver el monitor con la imagen de las cámaras, y confirmé mis sospechas. Mientras Gaby estaba llenando los bidones, sin que se de cuenta, una de las gatas pasó junto a ella con el lógico sigilo felino que tanto los caracteriza. Y a la altura del tanque de Desodorante para pisos, la veo que dobla a la derecha por el pasillo que va al baño. Ese pasillo lo conforma la pared del depósito de limpieza, y la pared del fondo del depósito. Caso resuelto.

Al día siguiente, esperé a verla a Gaby para comentarle entre risas, que lo que creyó que era el fantasma de Elías, no era mas que la Suci. Una de las gatas. Y que así y todo, si sentía que era Elías, no debía asustarse. Al fin y al cabo, aunque una parte de mí no cree en estas cosas, si era Elías, no habría porqué temer. No se si mi reporte verbal fue suficiente. Una parte de Gaby, me miraba y no creía mi explicación lógica. Pero entendió, que aun de manera ficcionada, Elías nunca le haría un mal. Aunque sí, una travesura de las suyas.

Terminada la charla, y develado el asunto; luego de repetirle la anécdota a mis compañeros a medida que iban llegando a cumplir el día de trabajo en el depósito, mi vejiga me avisó que era tiempo de ir al baño. Riendo, fui desde el mostrador hasta el fondo, recorriendo a la inversa, el mismo camino que había hecho Gaby la noche anterior, invadida por el susto. Cuando me tocó pasar por delante del sector de limpieza, miré de reojo por debajo de la puerta. Y aunque no se veía nada por la oscuridad, imagine la luz prendida y la sombra de la gata cruzando de lado a lado, y ¨vi¨ el susto de Gaby y me reí con ruido sin dejar de caminar, pasando y doblando a mi derecha en el tanque de Desodorante para piso, igual que hizo la gata la noche anterior para meterse en el.....

Me quedé quieto. Deje de reír. Y por un momento, un frío me recorrió el cuerpo, empezando por la parte de atrás de la nuca y esparciéndose a todo mi ser. ¿ Por dónde había entrado la gata?
El pasillo era pared de madera a mi derecha, pared de chapa a la izquiera, y piso de cemento. El techo, la continuación del entrepiso. Grietas, 0. Y ningún lugar para filtrarse desde el pasillo hacia dentro del sector de limpieza. Nada podría haber entrado. Ni un ratón. Ni la mas pequeña de las cucarachas. Y sin ayuda de nada, empecé a reirme. Mas fuerte que antes cuando pensaba que una de las gatas del depósito, sin querer le había  provocado un susto a Gaby. Ahí me di cuenta, de que la realidad, estaba perdiendo el mano a mano con la ficción. Y mentalmente, vi al Buche riendose a boca abierta, agarrándose la panza. asustó a dos al precio de uno.

Ahora, no sé bien que pasó ni quiero buscarle una explicación. 
Me da mas alegría pensar fue la última broma de Elías, seguramente la que le había quedado pendiente.






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